jueves, 10 de marzo de 2016

TESTIMONIOS DE SUPERVIVIENTES DE LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN.

RUTH WEBBER

Nació en 1935, en Ostrowiec, Polonia y describe presenciar un castigo brutal en el campo de Ostrowiec.

"He visto mucha gente muerta, por todos lados, y supongo que, cuando se ven tantos, no da tanta impresión. Una vez en Ostrowiec Lager (un campo de concentración), yo había ido a la letrina y de repente hubo un alboroto y todos corrieron hacia las barracas, porque se suponía que era ahí donde tenían que ir, y yo me quedé atrapada en el baño. Me levanté del asiento y miré hacia afuera por una ventanita que había arriba. Lo que había sucedido era que algunas personas habían intentado escapar, pero fueron atrapadas. Y supongo que las hirieron. Hubo disparos. Llamaron creo que a cuatro personas para que cavaran fosas justo afuera del alambre de la cerca del campo. Trajeron a esas personas que habían intentado escapar, que habían sido heridas de bala, pero no estaban muertas. Hicieron que los otros judíos enterraran a esas personas que aún no estaban muertas y que suplicaban no ser enterradas, que aún estaban vivas y les pedían que hicieran algo para matarlas. Pero no hicieron nada, las enterraron vivas. Y esa gente tenía que hacerlo, no había opción. Esa pobre gente que fue elegida para hacerlo porque, de otra forma, ellos mismos hubieran terminado muertos. Esa fue una experiencia muy pero muy traumática. Aún puedo escucharlos gritar"


SIEGFRIED HALBREICH

Nació en 1909, en Polonia y describe las condiciones y los trabajos forzados en el campo de Gross-Rosen.


"Durante el día, teníamos que marchar a la cantera de piedra. Diría que quedaba a unos 20 min. Era un terreno montañoso y ahí nos hacían trabajar. Teníamos que trabajar en esta cantera y cargar piedras pesadas, y la gente se moría como moscas. En el camino de regreso, todos teníamos que llevar una piedra grande sobre los hombros hasta el campo; al llegar a casa —es decir, a las barracas, al campo— luego del informe, contaban cuántas personas quedaban o si la cantidad de gente que regresaba era la misma que se había ido. Decían: “Vuelvan todos al campo, a las barracas, pero que los judíos se queden”. Y teníamos que continuar construyendo el campo hasta las doce de la noche. Todo esto sin comer. Cuando volvíamos a las barracas, estábamos tan cansados que ni siquiera teníamos apetito. Nos dormíamos. Y por la mañana, a las cinco o seis en punto, otra vez arriba y otra vez lo mismo.


DORIS GREENBERG

Nació en 1930, en Varsovia, Polonia y describe el procedimiento para los recién llegados a Ravensbrueck.

"Cuando íbamos a los baños, realmente esperábamos morir. Realmente lo esperábamos y pensábamos que probablemente no tardarían más en asesinarnos  con gas. Pues bien, nos sorprendimos mucho cuando salió agua. Y realmente nos bañamos. Incluso había un jabón gris que parecía piedra pómez, pero un poco más suave. Pero no había gas. Así que nos bañamos y fuimos hasta el otro extremo del edificio y nos dieron uniformes rayados. Y entonces comprendí por qué queríamos tomar el veneno antes de entrar: porque a cada grupo que entraba antes que nosotros nunca lo veíamos salir, no los reconocíamos. Estaban afeitados y vestían uniformes rayados. Entonces, cuando nos dieron los uniformes nos dieron tamaños imposibles; a una persona grande le daban uno diminuto, a una persona diminuta le daban uno grande. Pero salíamos vivos. Y teníamos nuestros números y un triángulo, y nos asignaban a las barracas. Cuando entramos en las barracas, en la pared vimos escritura judía: nombres, mensajes, mensajes muy pero muy desgarradores y los nombres de las personas. "Estuvimos aquí. Somos los últimos. Díganles a los demás que nos recuerden". Era muy triste.


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