El viernes 19 de mayo de 1944 fue un día de suerte para
Mengele. En el tren llegó la familia Ovitz, formada por 7 enanos que se
dedicaban al mundo del espectáculo.
Ser diferentes les salvó. No podían realizar ningún trabajo,
pero eran útiles para los experimentos de Mengele.
La Familia Ovitz procedia de un pueblo hungaro llamado Rozavlea
(actualmente pertenece Rumania). Eran judíos religiosos y formaban una troupe
que se ganaba la vida actuando en teatros. Alcanzaron una gran fama por sus
actuaciones.
Tras su llegada a Auschwitz comenzaron a ser objeto de
diferentes experimentos: inyecciones de sustancias en los ojos que les dejaban
temporalmente ciegos, extracciones de sangre que les debilitaban,
administración intravenosa de sustancias desconocidas, mediciones,
radiografías, arrancamiento de pestañas, cejas....
Perla Ovitz nos dice:
“Cada pocos días los médicos nos sacaban sangre. Desde la
noche antes no podíamos comer. Era una jeringa muy grande, y era enorme la
cantidad de sangre que nos sacaban. Nos quedábamos exhaustos porque ya
estábamos muy débiles y hambrientos. Eso
no detenía a Mengele. Él tenía que acostarnos y cuando nos recobrábamos nos
sacaban sangre otra vez. Los médicos y las enfermeras eran también prisioneros
y no intentaban evitarnos el dolor. Nos pinchaban sin cuidado. A menudo nos
sentíamos mareados y vomitábamos mucho. Cuando volvimos al barracón nos
derrumbábamos en las literas pero antes de recuperarnos nuevamente éramos
llamados para una nueva extracción.
El Dr. Mengele nunca nos pegaba, chillaba o insultaba. Todos
sabíamos que él era despiadado y capaz de los comportamientos más sádicos…Pero
a pesar de todo cuando iba a nuestra habitación cambiaba de conducta, se
calmaba llegando a ser una persona amable. Cuando estaba de buen humor la gente
decía: va a ver a los enanos…Era una bestia amable. Nosotros siempre nos
preguntábamos como un hombre como él podía haber llegado a ser un nazi… A
menudo decía: con vosotros tengo trabajo para 20 años.
No sé qué experimentos médicos concretos hicieron con
nosotros…A menudo nos ponían unas gotas en los ojos que nos dejaba ciegos casi
todo el día. Nos ponían inyecciones en los oídos y en casi todos los órganos…”
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