Actualmente, en Corea del Norte podemos observar que hoy en
día aún siguen existiendo los campos de trabajo forzado o campos de concentración.
Sin embargo, un oficial del ministerio de Exteriores
representante de Pyongyang en Naciones Unidas ha negado ante un grupo de
periodistas que su Gobierno tenga campos de prisioneros, sino centros "de
trabajo para reformar" a los detenidos. Según su explicación, se trata de
lugares de "detención donde las personas revisan su ideología y
reflexionan sobre sus actos inmorales".
Ante estas palabras, exprisioneros de estos campos han
querido dar testimonio del horror que habían vivido allí.
"Trabajábamos más duro que animales. El día empezaba a
las 4:30 de la mañana, antes de poder comer nada. En verano, cuando los días
son más largos, trabajábamos hasta las 8 o las 9 de la noche. Parábamos cuando
oscurecía. Pero el día no terminaba ahí. Después de comer, teníamos que meditar
acerca de nuestro día de trabajo y recitar los principios del Partido Obrero y
aprender sus himnos. Para entonces ya era medianoche", cuenta Ji-hyun
Park, que fue deportada desde China a donde había escapado de Corea del Norte. “Muertas
de hambre, las mujeres comían patatas crudas directamente sacadas del suelo. En
su desesperación ni siquiera se molestaban en quitarles la tierra. Algunos
prisioneros comían semillas encontradas entre el estiércol de animales o de los
restos de comida para perros y vacas.”
Pero Ji contrajo tétanos por una herida en la pierna. Y ya
no era útil en el campo. Se la dejó ir. Y por suerte, volvió a escapar a China.
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