Tras la
disolución de la URSS en 1991 fue reconocido que los métodos utilizados para
obtener confesiones de los acusados consistían en golpearlos diariamente, no
dejarlos dormir, mantenerlos de pie y sin comida durante días y amenazarlos con
arrestar y ejecutar a sus familias. De esta manera finalmente cedían. En otros
casos, a militantes endurecidos en la persecución zarista (y poco
impresionables con la tortura) se les convenció de aceptar la humillante
confesión pública insistiendo en que deberían someterse por el bien del
comunismo. Estos acusados, sin embargo, también eran ejecutados después de su
confesión pública.
Sin
embargo, estos castigos se quedan cortos al lado de las grandes atrocidades que
sufrían los prisioneros en los Gulags.
Torturas,
ejecuciones públicas, abortos forzados, violencia sexual y hambruna masiva eran
muchos de los métodos que se usaban allí.
Tenían
derecho a matar a los prisioneros e incluso podían recibir recompensas por
ello. Una práctica habitual era dejar escapar a propósito a los
prisioneros para matarlos y más tarde obtener la recompensa.
Había
salas de tortura con tanques de agua para sumergir a los prisioneros y ganchos
en las paredes para colgar a los internos del revés. Los prisioneros eran
obligados a mantener posiciones con los brazos abiertos hasta caer exhaustos.
Estas posiciones llevaban nombres como " la balanza, el avión, la
moto". También, eran colgados del techo con las manos hacia atrás en la
llamada “tortura de la paloma”, y los guardias, que se divertían
ante estas situaciones, pegaban en el pecho a los prisioneros hasta que
vomitaban sangre.
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